Termina el lustro y aún repican sus ecos, quien sabe hasta cuándo. Son ecos de ausencias sin despedidas, de temores y recelos; de ruidos que oscurecen la suave melodía del buen gusto y la concordia.
Algo nos empuja a la nada mientras va adormeciendo el alma de una generación que vertió su conciencia en caleidoscopios y cambió su historia por espejos. Generación autómata que, envuelta en un caos virtual, desprecia los residuos de su humanidad.
Abierta ante ti hay una calle vacía que conduce a la bruma.
En cada esquina yace el cadáver de un juguete y de las alcantarillas emana el fuego fatuo de algún cuento de hadas.
Ves girar sin destino las madejas de abrazos que no se dieron y miras tu mano que duele a falta de saludos.
No dejes poeta, que el peso del silencio reduzca tu voz hasta el asfalto.
¡Grita! Di que estás aquí.
Hay otros que al igual que tú, creen andar por una ciudad que está vacía.

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