Luego de unos quince minutos de transitar por las estrechas y tortuosas calles de Sacromonte en un bus conducido magistralmente por un chófer gitano, llegamos a la casa-cueva de María la canastera.
El show duró lo suficiente para crear una experiencia inolvidable.
No solo fue el virtuosismo de cantaores y bailaores , fue además estar en la cuna del flamenco, en esas cuevas a las que no les cabe ni su propia historia… y esa mágica luna que se a veces se posa sobre los efificios de la Alhambra.
De aquella noche traje conmigo la inspiración para verterla en esta pieza. Espero les guste.
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