©2022 Oil on Canvas. 36 x 48 inches
Casi siempre en mis sueños abundan los tonos ocres. Son los tonos que aluden a viejas fotografías expiradas por el tiempo. Trozos de cartón que extendieron la permanencia de los abuelos, y hoy nos invitan a encontrar nuestros rostros y poses, en los suyos.
La imagen de aquellos ancestros me transmite ingenuidad. Una ingenuidad quizás muy similar a la que los jóvenes de hoy suelen ver en sus abuelos pero con cierta ternura y una leve nostalgia, propia de la despedida final.
Para hacer arte hoy en día existen innumerables recursos. Sin embargo, la capacidad de percibir el arte sigue siendo la misma. Las emociones pasan por el mismo mecanismo de antaño para hacernos estremecer o incluso llorar ante la belleza. En eso somos iguales a los seres humanos de siempre.
Sin embargo la vida moderna, bombardeada por imágenes y sonidos a una velocidad inusual, está socavando la capacidad de sentir de manera plácida y lenta. Las emociones se suceden en una carrera vertiginosa, saturando la percepción instantáneamente e invitando a nuevas experiencias, pero creo que habrá límites para eso.
Supongo que continuar así resultaría en implosión, una total desensibilización, un nihilismo cruel y perenne que sumiría a la humanidad en una falta total de interés por la poesía del alma. Tal vez sueño en esas tonalidades, como una forma de descansar mientras entre lineas y tonos observo y sisfruto cada segundo de un minuto.
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